lunes, 1 de febrero de 2016

Ella

Calma ella todo mi ser extenuado. Cuida de mí como un manto sanador, con ternura cuando hay que ser tiernos, con ceños fruncidos si lo necesito. Un beso en la frente es todo lo que necesito para saber que me quiere. Un abrazo. Una sonrisa. Y nada más. Me quiere. Libre, pero cerca. Un beso en los labios es todo lo que necesito para saber que me ama. Me siento como un pequeño guijarro en medio de la montaña, diminuto, cuando, con sus brazos y su aroma, me envuelve hasta la más deliciosa ensoñación. 
Ella, que ha visto mi fuego y ha decidido arder conmigo. Ella, que aplaca mi vendaval. Ella que, como el otoño, siempre vuelve a mi. Ella, que me hace cosquillas para que la abrace y la deje en paz. Ella, que recibe el desayuno en la cama cuando se lo llevo como el mayor regalo jamás hecho. Ella, que hace que deje de escribir de frío y escriba de calor. Siempre es ella. 
Hace que mi corazón vuelva a latir fuerte. ¿Por qué? Por todo. Hace que vuelva a sonreír por todo. Porque ha aparecido. Porque es real. Porque sé que no me equivoco esta vez. Porque ella lo sabe también. Ella. Sólo ella. 

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