jueves, 21 de enero de 2016

Niebla

A través del resquebrajado ventanal veo la niebla extenderse hasta donde me alcanza la vista. Ahí la vi marcharse, lejos, imparable, con paso firme, a buscar un calor más allá de mis brazos. Bombea ahora tenue mi corazón una sangre helada por mi frágil alma desgarrada. Fantasma del pasado que vuelas buscando libertad en otros labios, vuelve, vuelve siempre a mi lado en esta angosta cama, que me ahogo entre sábanas si no estás aquí, estando tú en otras ajenas. Insomnio, maldito compañero de viaje que me tienes en vela brindándome compañía cuando nadie más lo hace, cabalga raudo, que pueda recordarme tu cabello al suyo cuando se marchó hacia la niebla. Castañean mis dientes, tiemblan mis manos, no de frío, sino de un amor que se me escurre, que me cura, pero que me oscurece, como eclipse sobre el mar. Y no hay olas que quieran mecerme. Ni arrullo que me amanse en las noches largas. Nada. Sólo niebla, cristales rotos y nada más. Ando detrás de ti abrazando espinosas enredaderas. Me da igual cortarme. Me da igual pincharme y desangrarme hasta morir si mi sangre te colma. Que en este espejo roto yo ya no concibo otro reflejo que el tuyo y el mío. Y sólo me veo a mí con mi soledad, desolada soledad, niebla y soledad.

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